Las baterías de segunda vida representan una solución innovadora y sostenible en el ámbito del almacenamiento energético.
Tras su ciclo de vida principal en aplicaciones de alta exigencia, como los vehículos eléctricos, estas baterías aún conservan una capacidad operativa significativa que las hace perfectamente aptas para otros usos menos demandantes.
Lejos de convertirse en residuos, estas baterías encuentran una nueva utilidad, principalmente en aplicaciones estacionarias como el almacenamiento de energía renovable (solar y eólica), sistemas de respaldo energético y soluciones de autoconsumo tanto en entornos residenciales como industriales.
Un proceso clave para la economía circular
Este proceso de adaptación garantiza la eficiencia y seguridad de la batería en su segunda vida.
Recogida
El punto de partida es la retirada de las baterías de vehículos eléctricos al final de su vida útil, tras un siniestro o incluso por deficiencias detectadas en los procesos productivos.
Selección y reacondicionamiento
Se seleccionan las unidades que aún cumplen con los umbrales de capacidad y seguridad necesarios para una segunda vida. Estas baterías seleccionadas pueden someterse a procesos de reacondicionamiento, que incluyen reparaciones menores, limpieza y, en algunos casos, la reconfiguración de sus módulos para optimizar su rendimiento en la nueva aplicación.
Evaluación y clasificación
Cada batería se somete a un riguroso diagnóstico técnico para medir con precisión el estado de salud (SoH) de cada celda o módulo.
Adaptación e integración en nuevos sistemas
Las baterías reacondicionadas se ensamblan en nuevos sistemas de almacenamiento energético, diseñados específicamente para sus características y el uso final previsto.
La apuesta por las baterías de segunda vida no solo es una decisión inteligente desde el punto de vista medioambiental, sino que también ofrece importantes beneficios económicos.